domingo, 29 de noviembre de 2015

DESENCANTADOS DE LA VIDA, ALMAS PERDIDAS

DESENCANTADOS DE LA VIDA
Por Antonio Ramos Z.

Para M, mi amigo ex-hippie de Gringo Gulch.

“La droga maldita y viral… Uno mentalmente pasa de la realidad a la inducción diabólica Ya no te importa lo que Dios piense de tus acciones, uno flota y luego resbala al abismo”.
Confesión de un ex-adicto, re-regenerado.

Es como un drama, duelen las vidas perdidas.  Un amor deshecho, una vida que termina en grotesca pesadilla, los huesos de Mozart en  una fosa común, ¡qué horrible! La vida es el drama más elocuente, más que la Montaña Mágica; el infortunio es filosóficamente espasmódico, ¿cómo explicar que la fuerza de la razón sea impotente frente a la desgracia personal auto infligida, el suicidio, la adicción a las drogas, la mediocridad del ser, y no pueda evitar el veneno social y la conjura de los necios? ¿En qué momento la luz no es suficiente para evitar la caída y la desolación de alguien que parecía ejemplo valor y de cordura? De este tema se ha dicho mucho, pero ha ocurrido algo muy cerca que me motiva a tocar de nuevo la tecla de las almas perdidas.
Ni la siquiatría ni la filosofía me han dado respuestas claras, cuando pienso en la historia de dos hombres, dos amigos, que sufrieron una metamorfosis tan atroz, que terminaron completamente rotos y apestados, pero luego… ya les diré.

John Kennedy Toole se suicidó cuando las editoriales echaron sus geniales manuscritos a la basura, ¿por qué lo hizo? El gran actor Robin Williams acaba de ahorcarse, rico y amado por millones de fans. Parece que las drogas tienen la culpa, dicen los medios. Un famoso escritor como Hemingway creyó que la solución de todo mal era meterse un escopetazo a  sí mismo, el pintor Van Gogh se disparó al pecho con un revólver. Salgari lo hizo clavándose un cuchillo en el vientre. La poeta Virginia Woolf se lanzó a un río, ahogándose, dejó una nota que moría por amor. El escritor cubano Reinaldo Arenas se quitó la vida porque sufría en el exilio. Se auto aniquilaron el compositor ruso Chaikovski, Stefan Sweig, el presidente Allende, Pedro Armendáriz, Alfonsina Storni, Marilyn Monroe, Hitler, el fundador de Kodak, la lista es extensa, celebridades, políticos, artistas, millonarios, gente común, niños. La mayoría, en pleno uso de sus facultades, optaron por la muerte, y por hacerlo han sido etiquetados de “cobardes”, “inadaptados”, “lunáticos”, etc. Muchos de ellos eran consumidores de drogas, maníacos depresivos, alcohólicos, enfermos de cáncer, exiliados tristes, fracasados, no se les veía desquiciados. Parece que la depresión se encarga de llenar los cementerios, pero hay quien lo niega, hay otros factores, como la intolerancia y los prejuicios, por ejemplo: Chaikovski por su homosexualidad.

Prefiero pensar en causas que pudieran rebasar la cruda interpretación del hecho que llaman suicidio, autoinmolación (el harakiri), y lo nuevo, la eutanasia. El escritor francés y premio Nobel Albert Camus, en época del existencialismo, se interesó mucho en el tópico, fíjense lo que dijo: “El único problema filosófico verdaderamente serio es el Suicidio. Juzgar si la vida es o no digna de vivir es la respuesta fundamental a la suma de preguntas filosóficas”. El escritor y dramaturgo español Fernando Arrabal lo avala con una expresión de pánico metafórico: “Viva la muerte”. ¿Por qué el tema de la muerte pudiera ser una alternativa a una determinada ruptura de la existencialidad, seas rico o pobre? http://neoclubpress.com/mas-alla-de-la-muerte-0938693.html Se dice que los intelectuales son más propensos a liquidarse, pero las estadísticas tienen el ataúd lleno de personas de todas las clases sociales y niveles de cultura.

M y Ch, mis dos amigos, hartos de sufrir una determinada condición existencial que les oprime, creen que Camus es más comprensivo que un siquiatra que receta el electroshock y el manicomio. Ch, artesano, comerciante y suicida fallido, ha reconocido que una dislocación cerebral química, originada por  la pérdida de un hijo y no tener empleo, le hizo atractivo el suicidio, “no hay remedio a mi tragedia”, argumenta. Prefiere no vivir a vivir empobrecido y con remordimientos hostiles. Cree que sería una solución médica más efectiva que la terapia, sin él mejoraría la economía familiar y cero problemas. Culpa de su desgracia al violento y subdesarrollado status quo nacional, incapaz de satisfacer las ilusiones de la sociedad, donde más de veinte millones de personas viven desamparadas (Vive en Nayarit, México).  Ch rechaza que se le llame cobarde por ponerse una soga al cuello, pues “hay que tener lo que tienen los hombres para matarse”, y aboga porque “la gente pueda escoger la muerte que le de la gana”. 

M no es un suicida, más bien es un alma perdida, aunque no se considera un “desencantado de la vida”, solo le desencanta la sociedad. Ha elaborado una teoría sobre el ser y la nada, basada en la fatalidad de las cosas. Afirma que ciertos hombres nacen marcados por condiciones genéticas, físicas y metafísicas que desarmonizan su evolución existencial. “Los que intelectualizan las desgracias son víctimas fáciles de la maldad ambiental y de las tentaciones feas de la vida; aunque quieran mantenerse intactos la sociedad es viciosa y corruptora y les ofrece drogas y abundante cerveza”.  

La droga no es realmente su problema desde su primera rehabilitación y cura, ya que dejó de beber y de consumir drogas, sino su visión del mundo que es la de un alma hippie. “Nadie escapa de un mundo que ha sido formateado para que la droga haga feliz al infeliz”, te dice. Se declara enemigo de las drogas, por ser degenerativas, aun así las considera afrodisíacas y liberadoras, aunque al no ser “legales, como el alcohol y la fuma, uno se busca problemas”. Sin embargo, está consciente de que el consumo deriva en adicción y en riesgo para la salud mental, además de repercutir en la connivencia. Paulatinamente, el drogadicto se envilece, se vuelve antisocial y paranoico, y no puede distinguir entre lo loco y lo cuerdo, hasta que termina asumiendo actitudes indecentes y ofensivas. “Uno mentalmente pasa de la realidad a la inducción diabólica. Ya no te importa lo que Dios piense de tus acciones, uno flota y luego resbala al abismo…”

Debo decir de lo que es capaz mi inteligente amigo M. Cuando lo conocí odiaba la bebida y criticaba la drogadicción. Alguna vez fue un melenudo hippie sicodélico, hasta que dejó la rebeldía por la empresa de promoción de artes plásticas. Tiene cultura, le gusta pintar temas abstractos y es diestro en gastronomía verde. Es apreciado por ser de buen carácter,  caritativo y buen hijo. Pero, ¿por qué personas así pueden ser atrapadas por la seducción de las drogas prohibidas? Solo basta con olerlas, por así decirlo, si alguna vez te contaminaron. Mi amigo M, bajo estrés,  creyó que podía  relajarse con un estupefaciente ligero y por esa vía volvió a conectarse con la “fantasía” y la “euforia surrealista y alucinógena”  del pasado hippie. Por suerte, mi amigo no ha pensado en el suicidio, sino en enfrentar al monstruo y, de hecho ha podido normalizarse en corto tiempo y la experiencia le ha servido para elaborar un programa ingenioso de renovación personal para adictos, bien escrito, aplicable a los casos más patéticos, futuro libro, se titula: “A Life Plan. The key to change” (Un plan de vida. La llave del cambio).

La adicción es controlable y curable. Para M no es una cuestión de medicamentos, aunque reconoce la utilidad de la terapia. Considera que apelar al potencial intelectual y espiritual de uno mismo puede ser una solución, bajo el requisito de pactar con una serie de principios y valores de conducta y vencer el derrotismo. En primer lugar, el autoanálisis, la autoestima y un autocontrol esmerados, desapegarse de las malas compañías y ambientes, e incluir un plan de vida sano y pleno, son las llaves del cambio. Más o menos me ha dicho: “De eso se trata, de un cambio, no creerse uno enfermo, sino evolucionar con nuevas perspectivas. Quitarte al demonio de encima. Si sabes que tal cosa te hace daño, te alejas, es así de fácil, te tienes que alejar del virus maldito que pone la mente zombi y la vida en desgracia. El cambio siempre ha sido una llave para abrirse a una nueva vida, un ave Fénix…” 

Y la nueva vida no puede ser otra que lo que me deja leer en sus apuntes: la rectificación personal comienza por hacerte una mejor persona, no odiar, no causar dolor, no temer a los retos de la vida, realizar tareas de autoafirmación moral y social mediante el trabajo y la solidaridad, ser 100 por ciento honesto con uno mismo y con los demás. M pone mucho énfasis en respetar las normas de connivencia social y las ideas ajenas de todo tipo, en dar una gran batalla a la droga, ser influyente practicando el activismo, incluyendo la filosofía, la religión, la cultura, la ayuda. Más explícito no puede ser: propone un cambio total, un nuevo modelo de actuación. Por las experiencias que tengo, creo que esos dramáticos estados de degradación que se ven en las zonas virulentas de la ciudad y la proliferación del comercio de drogas no se limpian solo con represión y leyes, sino también con el combate intelectual, educativo y cultural, con elevados ingredientes de ayuda, incluyendo la económica, para que personas como M, prefieran la vía del resurgimiento y el cambio, en vez del manicomio.


Nota

M y Ch son personas reales, pero solicitaron permanecer
anónimos, por ahora.

El libro que se menciona en el texto es real y está prevista
su publicación en inglés para mediados del próximo año.

También preparamos un libro testimonial sobre el drama de
la drogadicción y el turismo sexual en los centros urbanos de
Bahía de Banderas, costa de Jalisco, México, a publicar el
próximo año.   


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