DESENCANTADOS DE LA VIDA
Por
Antonio Ramos Z.
Para
M, mi amigo ex-hippie de Gringo Gulch.
“La droga maldita y viral… Uno mentalmente
pasa de la realidad a la inducción diabólica Ya no te importa lo que Dios
piense de tus acciones, uno flota y luego resbala al abismo”.
Confesión
de un ex-adicto, re-regenerado.
Es como un drama, duelen las vidas perdidas. Un amor deshecho, una vida que termina en
grotesca pesadilla, los huesos de Mozart en
una fosa común, ¡qué horrible! La vida es el drama más elocuente, más
que la Montaña Mágica; el infortunio es filosóficamente espasmódico, ¿cómo
explicar que la fuerza de la razón sea impotente frente a la desgracia personal
auto infligida, el suicidio, la adicción a las drogas, la mediocridad del ser, y
no pueda evitar el veneno social y la conjura de los necios? ¿En qué momento la
luz no es suficiente para evitar la caída y la desolación de alguien que
parecía ejemplo valor y de cordura? De este tema se ha dicho mucho, pero ha
ocurrido algo muy cerca que me motiva a tocar de nuevo la tecla de las almas
perdidas.
Ni la siquiatría ni la filosofía me han dado
respuestas claras, cuando pienso en la historia de dos hombres, dos amigos, que
sufrieron una metamorfosis tan atroz, que terminaron completamente rotos y
apestados, pero luego… ya les diré.
John Kennedy Toole se suicidó cuando las
editoriales echaron sus geniales manuscritos a la basura, ¿por qué lo hizo? El
gran actor Robin Williams acaba de ahorcarse, rico y amado por millones de
fans. Parece que las drogas tienen la culpa, dicen los medios. Un famoso
escritor como Hemingway creyó que la solución de todo mal era meterse un
escopetazo a sí mismo, el pintor Van
Gogh se disparó al pecho con un revólver. Salgari lo hizo clavándose un
cuchillo en el vientre. La poeta Virginia Woolf se lanzó a un río, ahogándose,
dejó una nota que moría por amor. El escritor cubano Reinaldo Arenas se quitó
la vida porque sufría en el exilio. Se auto aniquilaron el compositor ruso
Chaikovski, Stefan Sweig, el presidente Allende, Pedro Armendáriz, Alfonsina
Storni, Marilyn Monroe, Hitler, el fundador de Kodak, la lista es extensa,
celebridades, políticos, artistas, millonarios, gente común, niños. La mayoría,
en pleno uso de sus facultades, optaron por la muerte, y por hacerlo han sido etiquetados
de “cobardes”, “inadaptados”, “lunáticos”, etc. Muchos de ellos eran
consumidores de drogas, maníacos depresivos, alcohólicos, enfermos de cáncer, exiliados
tristes, fracasados, no se les veía desquiciados. Parece que la depresión se
encarga de llenar los cementerios, pero hay quien lo niega, hay otros factores,
como la intolerancia y los prejuicios, por ejemplo: Chaikovski por su
homosexualidad.
Prefiero pensar en causas que pudieran
rebasar la cruda interpretación del hecho que llaman suicidio, autoinmolación
(el harakiri), y lo nuevo, la eutanasia. El escritor francés y premio Nobel
Albert Camus, en época del existencialismo, se interesó mucho en el tópico,
fíjense lo que dijo: “El único problema
filosófico verdaderamente serio es el Suicidio. Juzgar si la vida es o no digna
de vivir es la respuesta fundamental a la suma de preguntas filosóficas”.
El escritor y dramaturgo español Fernando Arrabal lo avala con una expresión de
pánico metafórico: “Viva la muerte”. ¿Por qué el tema de la muerte pudiera ser
una alternativa a una determinada ruptura de la existencialidad, seas rico o
pobre? http://neoclubpress.com/mas-alla-de-la-muerte-0938693.html Se dice que los intelectuales son más propensos a liquidarse, pero las
estadísticas tienen el ataúd lleno de personas de todas las clases sociales y
niveles de cultura.
M y Ch, mis dos amigos, hartos de sufrir una determinada
condición existencial que les oprime, creen que Camus es más comprensivo que un
siquiatra que receta el electroshock y el manicomio. Ch, artesano, comerciante
y suicida fallido, ha reconocido que una dislocación cerebral química,
originada por la pérdida de un hijo y no
tener empleo, le hizo atractivo el suicidio, “no hay remedio a mi tragedia”,
argumenta. Prefiere no vivir a vivir empobrecido y con remordimientos hostiles.
Cree que sería una solución médica más efectiva que la terapia, sin él
mejoraría la economía familiar y cero problemas. Culpa de su desgracia al
violento y subdesarrollado status quo
nacional, incapaz de satisfacer las ilusiones de la sociedad, donde más de
veinte millones de personas viven desamparadas (Vive en Nayarit, México). Ch rechaza que se le llame cobarde por
ponerse una soga al cuello, pues “hay que tener lo que tienen los hombres para
matarse”, y aboga porque “la gente pueda escoger la muerte que le de la gana”.
M no es un suicida, más bien es un alma
perdida, aunque no se considera un “desencantado de la vida”, solo le
desencanta la sociedad. Ha elaborado una teoría sobre el ser y la nada, basada
en la fatalidad de las cosas. Afirma que ciertos hombres nacen marcados por
condiciones genéticas, físicas y metafísicas que desarmonizan su evolución
existencial. “Los que intelectualizan las desgracias son víctimas fáciles de la
maldad ambiental y de las tentaciones feas de la vida; aunque quieran
mantenerse intactos la sociedad es viciosa y corruptora y les ofrece drogas y
abundante cerveza”.
La droga no es realmente su problema desde su
primera rehabilitación y cura, ya que dejó de beber y de consumir drogas, sino su
visión del mundo que es la de un alma hippie. “Nadie escapa de un mundo que ha
sido formateado para que la droga haga feliz al infeliz”, te dice. Se declara
enemigo de las drogas, por ser degenerativas, aun así las considera afrodisíacas
y liberadoras, aunque al no ser “legales, como el alcohol y la fuma, uno se
busca problemas”. Sin embargo, está consciente de que el consumo deriva en
adicción y en riesgo para la salud mental, además de repercutir en la
connivencia. Paulatinamente, el drogadicto se envilece, se vuelve antisocial y paranoico,
y no puede distinguir entre lo loco y lo cuerdo, hasta que termina asumiendo
actitudes indecentes y ofensivas. “Uno mentalmente pasa de la realidad a la inducción
diabólica. Ya no te importa lo que Dios piense de tus acciones, uno flota y
luego resbala al abismo…”
Debo decir de lo que es capaz mi inteligente
amigo M. Cuando lo conocí odiaba la bebida y criticaba la drogadicción. Alguna
vez fue un melenudo hippie sicodélico, hasta que dejó la rebeldía por la
empresa de promoción de artes plásticas. Tiene cultura, le gusta pintar temas
abstractos y es diestro en gastronomía verde. Es apreciado por ser de buen
carácter, caritativo y buen hijo. Pero,
¿por qué personas así pueden ser atrapadas por la seducción de las drogas
prohibidas? Solo basta con olerlas, por así decirlo, si alguna vez te
contaminaron. Mi amigo M, bajo estrés, creyó que podía relajarse con un estupefaciente ligero y por
esa vía volvió a conectarse con la “fantasía” y la “euforia surrealista y
alucinógena” del pasado hippie. Por
suerte, mi amigo no ha pensado en el suicidio, sino en enfrentar al monstruo y,
de hecho ha podido normalizarse en corto tiempo y la experiencia le ha servido
para elaborar un programa ingenioso de renovación personal para adictos, bien
escrito, aplicable a los casos más patéticos, futuro libro, se titula: “A Life
Plan. The key to change” (Un plan de vida. La llave del cambio).
La adicción es controlable y curable. Para M
no es una cuestión de medicamentos, aunque reconoce la utilidad de la terapia.
Considera que apelar al potencial intelectual y espiritual de uno mismo puede
ser una solución, bajo el requisito de pactar con una serie de principios y
valores de conducta y vencer el derrotismo. En primer lugar, el autoanálisis, la
autoestima y un autocontrol esmerados, desapegarse de las malas compañías y
ambientes, e incluir un plan de vida sano y pleno, son las llaves del cambio. Más
o menos me ha dicho: “De eso se trata, de un cambio, no creerse uno enfermo,
sino evolucionar con nuevas perspectivas. Quitarte al demonio de encima. Si
sabes que tal cosa te hace daño, te alejas, es así de fácil, te tienes que
alejar del virus maldito que pone la mente zombi y la vida en desgracia. El
cambio siempre ha sido una llave para abrirse a una nueva vida, un ave Fénix…”
Y la nueva vida no puede ser otra que lo que
me deja leer en sus apuntes: la rectificación personal comienza por hacerte una
mejor persona, no odiar, no causar dolor, no temer a los retos de la vida,
realizar tareas de autoafirmación moral y social mediante el trabajo y la
solidaridad, ser 100 por ciento honesto con uno mismo y con los demás. M pone
mucho énfasis en respetar las normas de connivencia social y las ideas ajenas
de todo tipo, en dar una gran batalla a la droga, ser influyente practicando el
activismo, incluyendo la filosofía, la religión, la cultura, la ayuda. Más
explícito no puede ser: propone un cambio total, un nuevo modelo de actuación. Por
las experiencias que tengo, creo que esos dramáticos estados de degradación que
se ven en las zonas virulentas de la ciudad y la proliferación del comercio de
drogas no se limpian solo con represión y leyes, sino también con el combate
intelectual, educativo y cultural, con elevados ingredientes de ayuda,
incluyendo la económica, para que personas como M, prefieran la vía del
resurgimiento y el cambio, en vez del manicomio.
Nota
M y Ch son personas reales, pero solicitaron
permanecer
anónimos, por ahora.
El libro que se menciona en el texto es real
y está prevista
su publicación en inglés para mediados del
próximo año.
También preparamos un libro testimonial sobre
el drama de
la drogadicción y el turismo sexual en los
centros urbanos de
Bahía de Banderas, costa de Jalisco, México,
a publicar el
próximo año.
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